Este verano, mis paisanos, además de pagar las cañitas de la terraza o el chiringuito de la playa, van a tener que financiar la visita de un ser grotesco. Así, sin tapa de boquerón -antes eran boquerones- en patata frita, ni ná. Y es que el difamador Ratzinger se va a dar una vuelta por los mandriles; en parte, a la salud de sus contribuyentes.
Ya han aparecido varias iniciativas en contra de este dispendio en un pais que para unas cosas está en crisis y para otras, parece que no. No iban a ser menos mis compañeros de la Federación Local de CNT, los cuales han preparado una campaña de gran jocosidad y algarabía. La podéis consultar en el blog que han creado al efecto: ¡Peligro, que viene el Papa!
Una de las cosas más interesantes que proponen es, de nuevo, la apostasía, es decir, solicitar mediante derecho canónico la baja de la ICAR. Yo lo hice hace algunos años y supongo que, como me hizo saber el Arzobispado de Madrid, aún siguen rezando por mi alma y esas cosas. Sin embargo, creo recordar, que este proceso se hizo algo complicado desde que a algún juez lumbreras se le ocurrió que la ICAR no tenía obligación de eliminar nada de sus archivos por la peregrina razón de que no los consideraba bases de datos, sino un archivo histórico... ¡ah, no! Esperad, está aquí. Joder, el Constitucional tenía que ser.
Parece que se puede seguir otro proceso mediante la Agencia de Protección de Datos. Toda la información, para España, la teneis en la página que se enlaza en la iniciativa de la Unión de Ateos y Librepensadores.
Paisanos, que por lo menos os inviten a unos bocatas en el Nuncio, hombre.
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