Llevo más de un mes sin actualizar el blog y me siento muy culpable con mis innumerables lectores. Pero no os preocupéis que ya voy llegando a casa.
He andado varios días dándole vueltas a un artículo que me habían rechazado en una revista los revisores con bastante malas maneras. Es lo que tiene la Ciencia: da igual cuantos ad hominem te invetes; si el método o los resultados no son válidos, no hay argumento posible. Así que he tenido que modificar ecuaciones, recalcular, cambiar los resultados en las tablas y en el texto y rehacer las gráficas. Algunos andarán todavía diciendo que los científicos somos de mente cerrada -a tirar a la papelera un experimento entero y volver a hacerlo los ponía yo a pico y pala-. Finalmente ahí tengo el nuevo manuscrito esperando revisión en otra publicación.
También he estado enfrascado en la preparación para una convocatoria para una plaza en una conocida universidad de por aquí. Ya era bastante misteriosa la convocatoria: me llegó por correo electrónico de un, en principio, amigo que trabaja en la institución y no vi que se le hubiera dado publicidad en muchos otros sitios. No he pasado, al parecer, ni de la primera fase porque según el oscuro comité de sabios que se iba a encargar de revisar las solicitudes -me pregunto cuántos doctores están ansiosos por venirse a trabajar a tan magna institución- no cumplía con el, al parecer, también oscuro perfil que andaban buscando y que aún desconozco. No hay posibilidad de preguntar qué puntos no cumplo o de saber cuánto estoy por debajo del supuesto resto de aspirantes. Mucho menos se puede recurrir ninguna decisión. Transparencia, todo transparencia...
Así pues, ya me tenéis por aquí de nuevo con muchas horas para procrastinar.
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