lunes, 20 de diciembre de 2010

Felices fiestas

Este año, quizá por la lejanía con mi familia y amigos, quizá por darle otro sentido a estas fiestas en la que uno se ve obligado una y otra vez a participar, he decidido felicitarlas con un texto de reflexión. He querido poner el enfasis en algo que sí tiene sentido para mí: la revisión a final de año, como etapa que termina, de lo que somos y los buenos deseos para el siguiente que comienza. También es para todos vosotros, así que ahí os va:

Hola a todos:

Este final año queremos felicitaros las fiestas y enviaros nuestros mejores deseos de una forma particular y esta vez como familia. Estamos a mucha distancia de la mayoría de vosotros, pero gracias al progreso humano, a su maravillosa capacidad de entender este mundo y de crear, podemos comunicaros así de rápido nuestros buenos deseos. Y es que esta familia confia precisamente en eso, en la capacidad de conocer del ser humano, de conocer este Universo "vasto e infinito" del cual formamos parte. Y esa es la esperanza que siempre albergamos en nuestras cabezas, complejas interconexiones de células especializadas fruto del asombroso proceso evolutivo que nos convierte en parte integrante del resto de seres vivos. Ese proceso evolutivo ha hecho de nosotros seres racionales capaces de superar las adversidades, curar enfermedades, alimentar a millones de congéneres, salir incluso de los estrechos límites de nuestro insignificante mundo, perdido alrededor de una estrella mediana en el océano cósmico. Pero no solo eso, nuestra capacidad evolutiva de razonar también nos hace ser altruistas más allá de los intereses que puedan tener nuestros genes como constituyentes de una especie, de alcanzar niveles elevados de organización social, donde aquel que sería eliminado de forma fulminante por la selección natural puede sobrevivir con nuestra ayuda y disfrutar de esta única vida que hemos tenido la suerte de adquirir.

Nuestros buenos deseos para todos son un tanto atípicos en estas fechas porque pretenden no quedarse en simples declaraciones vacías. Nuestros buenos deseos se basan precisamente en esa capacidad esperanzadora de progresar y superarnos que todos tenemos como especie humana. Esa capacidad se ha plasmado a lo largo de la Historia en los valores éticos más elevados en muchos y muy diferentes momentos, gracias a aquellos que tuvieron el tiempo y la genialidad de percibirlos y divulgarlos. Como primero y más significativo de todos ellos, queremos desear a todos la libertad. No solo os deseamos que podais vivir en libertad, sino también las fuerzas necesarias para defenderla y promoverla para todos. Os deseamos la libertad para pensar, para criticar, para conducir vuestras vidas de la forma que considereis oportuna, para que desarrolleis plenamente vuestras capacidades como seres humanos. Pero también, para que esa libertad sea real, deseamos que la podais vivir en la libertad de nuestros congéneres; porque no somos libres cuando los demás no lo son. Y es que también os deseamos justicia, pero no la justicia de tribunales, sino la justicia social, sin la cual no existe libertad. Os deseamos fuerzas también para luchar por la equitatividad para todos los seres humanos, única circunstancia de verdadera libertad; porque sin igualdad no hay libertad. También os deseamos paz, pero no una paz abstracta, solo tenida como ausencia de guerra. Os deseamos la paz que ofrecen las verdaderas condiciones de libertad y justicia; mientras no haya justicia social, no habrá paz social. Y, por último, deseamos para todos, sin excepción de credo, ideología, género u orientación sexual, la vida en esas condiciones de libertad, justicia y paz que algún día supondrán la completa emancipación del ser humano y el desarrollo pleno de sus potencialidades.

Somos ínfimas construcciones de átomos de carbono, resultado de centenas de millones de años de evolución y de decenas de miles de millones de años de desarrollo del Universo. Cada uno de nosotros cuenta con un puñado de años de vida de esas cantidades. A pesar de ello, hemos conseguido en unos pocos miles de años doblar ese puñado gracias a nuestro potencial de razón. Cada insignificante vida humana en la inconmensurable línea del tiempo puede suponer un salto para todos nosotros muy significativo. Cada vida humana es por ello insustituible y merecedora de la protección del resto de nosotros. Las débiles luces lejanas del firmamento nos contemplan con la indiferencia que les confiere su longevidad, pero nosotros las podemos contemplar con la arrogancia de ser conscientes de ellas y la humildad de sabernos hijos suyos. Somos el Universo consciente, por lo menos hasta donde conocemos. Tenemos por ello una hermosa y gran responsabilidad: hacer de nuestras vidas algo único e irrepetible en lo común del desarrollo del ser humano.
¡FELICES FIESTAS!

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