domingo, 19 de septiembre de 2010

Ratzinger es un enemigo de la humanidad

Disclaimer (20/09/2010): Gracias al aviso de @elnocturno, he de corregir que este no es el discurso exacto del video, en el que Dawkins improvisa gran parte.

Pues, para quien se anime a poner los subtítulos al video del discurso de Dawkins en la manifestación del 18 de septiembre contra el jefe de la ICAR, aquí tenéis, cortesía de un servidor, la traducción de la transcripción que Dawkins tiene en su web:

¿Debería haber sido recibido Joseph Ratzinger con toda la pompa y ceremonia de un jefe de Estado? No. Como Geoffrey Robertson ha mostrado en El caso del Papa, la reclamación de la Santa Sede para convertirse en Estado se funda en un acuerdo faústico en el que Mussolini entregó 1.2 millas cuadradas del centro de Roma a cambio del apoyo de la Iglesia a su régimen fascista. Nuestro gobierno eligió la visita del papa para anuciar su intención de "hacer Dios". Como me remarcó un amigo, ¿deberíamos esperar presumiblemente la inminente cesión de Hyde Park al Vaticano para rematar la faena?

¿Debería entonces Ratzinger ser recibido como cabeza de la iglesia? Claro que sí, si todos los católicos individuales desean pasar por alto sus muchas transgresiones y desenrollar la alfombra roja para sus zapatos rojos de diseño, dejadles hacerlo. Pero no nos pidáis al resto que paguemos. No pidáis al contribuyente británico que subsidie la misión de propaganda de una institución cuya riqueza se calcula en decenas de miles de millones: riqueza para la cual podría haberse acuñado específicamente la expresión "adquiridas ilícitamente". Y ahorrarnos el espectáculo nauseabundo de la reina, el duque de Edimburgo y los variopintos lugartenientes del Señor y otros dignatarios mostrándole su servilismo y adulación como si fuera alguien a quien debiéramos respetar.

El predecesor de Benedicto, Juan Pablo II, fue respetado por algunos como un hombre santo. Pero nadie podría llamar a Benedicto XVI santo sin inmutarse. Sea lo que sea este viejo servicial de mirada lasciva, no es santo ¿Es un intelectual? ¿Académico? A menudo se le considera así, aunque está lejos de estar claro qué hay en la teología de académico. Seguramente nada que merezca respeto.

El hecho desafortunado de que Joseph Ratzinger se uniera a las juventudes hitlerianas ha sido objeto de una moratoria largamente cumplida. Yo mismo lo he respetado, hasta ahora. Pero después del discurso indignante del Papa en Edimburgo, culpando de ateísmo a Hitler, uno no puede dejar de sentir que se acabaron los paños calientes ¿Habéis oído lo que dijo?

Incluso en nuestro tiempo, podemos recordar cómo el Reino Unido y sus líderes hicieron frente a la tiranía nazi que deseaba erradicar a Dios de la sociedad y negar nuestra común condición humana a muchos, especialmente a los judíos... Como vemos en las ilustradoras lecciones del extremismo ateo del siglo XX...

Uno se pregunta sobre las habilidades de relaciones públicas de los consejeros que dejaron pasar ese párrafo ¡Ah, se me olvidaba, por supuesto! Su consejero mayor es el cardenal que echó un vistazo a los agentes de inmigración de Heathrow y concluyó que debían de haber aterrizado en el Tercer Mundo. Sin duda alguna, al pobre hombre se le impusieron unos cuantos avemarías, después de su ataque fulminante a la "gota diplomática" - y uno no puede evitar preguntarse si el pie enfermo fue el que se tuvo que meter en la boca-.

En principio, estoy anonadado con el desgraciado ataque del Papa a los ateos y secularistas, pero luego lo veo como tranquilizador. Sugiere que les hemos puesto tan nerviosos que han tenido que recurrir a insultarnos, en un intento desesperado de desviar la atención del escándalo de violaciones a niños.

Probablemente es demasiado duro imaginarse a un Ratzinger de 15 años viendo a través de los nazis. Como devoto católico, se le debió de meter en la cabeza, junto con el Catecismo, la desagradable idea de que todos los judíos deben ser tenidos por responsables de asesinar a Jesús -el libelo "Asesino de Cristo"-, nunca rechazado hasta el Concilio Vaticano Segundo (1962-1965). El imaginario coetáneo del católico romano alemán estaba aún imbuído del aintisemitismo de siglos atrás.

Adolf Hitler era un católico romano. O al menos era tan católico romano como los 5 millones de los llamados católicos romanos de este país hoy. Hitler nunca renunció a su bautismo católico, el cual es sin ninguna duda el criterio para contar los 5 millones de católicos británicos declarados hoy. No se pueden considerar las dos cosas a la vez. O se tienen 5 millones de católicos británicos, en cuyo caso tienes que considerar también a Hitler; o Hitler no era católico, en cuyo caso tienes que darnos una representación honesta para el número de católicos genuinos en Reino Unido hoy -el número de los que relamente creen que Jesús se transforma en una oblea, como el mencionado catedrático Ratzinger presuntamente hace-.

En cualquier caso, Hitler no era ateo. En 1933 sentenció que había que "acabar con el ateismo", habiendo eliminado a la mayoría de las organizaciones ateas alemanas, incluyendo la Liga Alemana de Librepensadores, cuyo edificio fue entonces utilizado para las oficinas de información en asuntos de la iglesia.

Por lo menos, Hitler creía en una "Providencia" personificada, probablemente parecida a la Divina Providencia invocada por el arzobispo cardenal de Munich en 1939, cuando Hitler escapó de ser asesinado y el cardenal ordenó un Te Deum especial en la Catedral de Múnich:

Gracias a la Divina Providencia en nombre de la Archidiócesis por la evasión afortunada de Hitler.

Podríamos no saber nunca si Hitler identificaba esa "Providencia" con el dios del cardenal. Pero seguro que conocía la mayoría de la adscripción cristiana, los millones de buenos cristianos alemanes con el "Dios con nosotros" en las hebillas de sus cinturones, los cuales le hicieron el trabajo sucio. Conocía su punto de apoyo. Hitler realmente "hizo Dios". Este es parte del discurso que dio en Múnich, el corazón de la católica Baviera, en 1922:

Mis sentimientos como cristiano me muestran a mi Señor y Salvador como un luchador. Me muestran al hombre que, una vez en soledad, rodeado de unos pocos seguidores, reconoció a aquellos judíos como lo que realmente fueron, y convocó a los hombres a luchar contra ellos y quien -¡Verdad de Dios!- fue el más grande no como sufridor, sino como luchador. En el ilimitado amor como cristiano y como hombre, he leído el pasaje que nos dice cómo el Señor al final se levantó en Su poder y tomó el látigo para expulsar del Templo al nido de víboras y culebras. Qué maravillosa fue su lucha contra el veneno judío. Hoy, después de dos mil años, con profunda emoción reconozco más profundamente que nunca antes el hecho de que por esto Él derramó su sangre sobre la Cruz.

Este es solo uno de los numerosos discursos y pasajes del Mein Kampf  en donde Hitler invoca su cristianismo. No es sorprendente que recibiese ese afectuoso apoyo de entre la jerarquía católica de Alemania. Y el predecesor de Benedicto, Pío XII, no es inocente, como mostró devastadoramente el escritor católico John Cornwell, en su libro El Papa de Hitler.

Sería poco amable prolongar este punto, pero el discurso de Ratzinger en Edimburgo del jueves fue tan desgraciado, tan hipócrita, tan evocador del sonido de las piedras lanzadas desde una casa de cristal, que sentí que tenía que contestar.

Incluso si Hitler hubiera sido ateo -como con más seguridad lo fue Stalin-, ¿cómo se atreve Ratzinger a sugerir que el ateísmo tiene alguna conexión con cualquiera de sus horrorosas acciones? Más que la no creencia de Hitler y Stalin en licántropos o unicornios. Más que su afición al bigote -junto con Franco y Saddam Hussein-. No hay argumentación lógica que lleve del ateísmo a la maldad. A menos, por supuesto, que uno se sumerja en la vil obscenidad de la teología católica. Me refiero (y estoy en deuda con Paula Kirby por el punto) a la doctrina del pecado original. Esta gente cree -y lo enseñan a pequeños niños, al mismo tiempo que les enseñan la terrorífica falsedad del infierno- que todo bebé "nace en pecado". Sería el pecado de Adán, a propósito: Adán quien, como ellos mismos admiten ahora, nunca existió. El pecado original significa que, desde el momento de nuestro nacimiento, somos malos, corruptos, malditos. A menos que creamos en su Dios. O a menos que nos dejemos engañar por la zanahoria del cielo y el palo del infierno. Eso, damas y caballeros, es la teoría repugnante que les lleva a suponer que fue la falta de fe lo que hizo de Hitler y Stalin los monstruos que fueron. Todos somos monstruos a menos que seamos redimidos por Jesús. Qué teoría tan vil, depravada e inhumana en la que basar tu vida.

Joseph Ratzinger es un enemigo de la humanidad.

Es un enemigo de los niños, cuyos cuerpos permite que sean violados y cuyas mentes ha potenciado que se infecten con la culpa. Está vergonzosamente claro que a la iglesia le preocupa menos salvar los cuerpos de los niños de los violadores que salvar almas sacerdotales del infierno: y mucho más preocupada de salvar su propia reputación a largo plazo.

Es un enemigo de la gente gay, otorgándoles el tipo de intolerancia que su iglesia reserva para los judíos.

Es un enemigo de las mujeres -excluyéndolas del sacerdocio como si un pene fuera una herramienta esencial para el ejercicio pastoral- ¿A qué empleador se le permite discriminar con respecto al sexo, cuando para ocupar un puesto de trabajo no se requiere claramente una fuerza física o alguna otra cualidad que se considere que solo tienen los hombres?

Es un enemigo de la verdad, promoviendo mentiras descaradas sobre que los condones no protejen contra el SIDA, especialmente en África.

Es un enemigo de la gente más pobre del planeta, condenándolos a familias excesivas que no pueden alimentar, y manteniéndolos en la esclavitud de la perpetua pobreza. Una pobreza que sienta mal con la obscenidad de las riquezas del Vaticano.

Es un enemigo de la ciencia, obstruyendo la investigación esencial con células madre, no con base en la moralidad, sino en supersticiones precientíficas.

Menos serio desde mi punto de vista, Ratzinger es incluso enemigo de la propia iglesia de la reina, aprobando arrogantemente la falta de respeto de un predecesor a las Órdenes Anglicanas al tildarlas como "absolutamente nulas y completamente vacías", mientras sin vergüenza alguna intenta robar vicarios anglicanos para apuntalar su propio sacerdocio lastimosamente en declive.

Finalmente, probablemente mi mayor preocupación, es un enemigo de la educación. Aparte del daño psicológico crónico causado por la culpa y el miedo que ha hecho de la educación católica algo infame en todo el mundo, él y su iglesia fomentan la perniciosa doctrina educativa de que la evidencia es una base menos fiable para la creencia que la fe, la tradición, la revelación y la autoridad -su autoridad-.

2 comentarios:

  1. Arturios ha dejado un comentario que, al moderarlo, Blogger me ha dado un error y ha desaparecido. Lo copio aquí, no vaya a pensar que no se lo he querido publicar:

    Dawkins, como siempre, soberbio, genial, maravilloso, un fuerte aplauso, y gracias por la traducción.

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